Residencia, Envejecimiento y Acoso: The Rule of Jenny Pen
- Vic Mc Gil
- 11 dic 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 24 ene

¡Una sorpresa! La película The Rule of Jenny Pen, del director James Ashcroft, fue la guinda para la clausura del Festival de Terror de Molins de Rei. En la misma sesión, tuvimos un emotivo reconocimiento a la carrera de Montse Ribé y la proyección del cortometraje Drizzle in Johnson, con esta, van dos veces que lo he visto, y os puedo asegurar que no es un musical.
El largometraje es una producción neozelandesa ambientada en una residencia para la tercera de edad. Allí transcurren situaciones de terror que sin tener que recurrir a lo sobrenatural (salvo un adorable gato que echa un mal de ojo mortal). Todo esto se sustenta por una excelente construcción de los personajes principales, acompañado por un interesante duelo interpretativo de John Lithgow y Geoffrey Rush, quienes fueron galardonado ex aequo en el Festival de Sitges. En mi opinión, el ganador es Lithgow, pero claro, interpreta a Dave Crealy, el perturbado de la película, y los malotes molan más ¿no?

El malhumorado y no muy amigable juez Stefan Mortensen (Rush) sufre un derrame en plena audiencia. Parcialmente paralizado, es ingresado en una residencia de la tercera edad en contra de su voluntad. A Mortensen le repugna ese lugar, por lo que se niega a integrarse con sus compañeros y seguir las instrucciones del personal sanitario. Sin embargo, pronto se encontrará luchando ante dos frentes: por un lado, contra a su envejecimiento físico y mental; y por otro, frente a un residente sádico de apariencia gentil llamado Dave Crealy (Lithgow). Este último, ataviado con su muñeca Jenny Pen, utilizada para combatir la demencia e imponer sus normas de terror entre los internos. Así, Stefan, movido más por su deseo de impartir justicia que por compasión, se verá envuelto en una sucesión de actos violentos con fin de destronar al rey de la residencia.

El tema de la película es el camino que ha de recorrer el redentor (Stefan) para librar la batalla contra el opresor (Dave). La historia no es épica, Stefan no es Espartaco ni Lawrence de Arabia. Más bien, es el nuevo alumno del instituto que se topará con el abusón. Lo importante es que lo que a priori debería ser un lugar seguro -como un colegio o una residencia- resulta no serlo, y Ashcroft lo convierte una fuente más de terror.

El envejecimiento, el acoso y la residencia son la terna en la que se construye esta película de terror psicológico con unas interpretaciones que son de lo mejor. Esto ya lo he mencionado, pero hay muchas más cosas que también me han gustado.
Aplaudo los filmes donde el director emplea técnicas de narración audiovisual para trasmitir algo sin remarcarlo o subrayarlo, como si temiera que me fuera a perder. Este filme arriesga a no ofrecerlo todo masticado. ¡Bravo y gracias! Me ha gustado como, en el segundo acto, se muestra el inicio de la demencia a través del uso del test del reloj. Si esta secuencia hubiera estado dirigida por otro director – por ejemplo, uno cuyo nombre empieza por “No” y termina con “lan”- quizás, después de unas espectaculares escenas, habría terminado con un diálogo entre médicos: “Mira este reloj dibujado por el paciente de esa habitación. Presenta indicios de demencia”.
También, me ha gustado cómo el guion prepara el terreno para construir el clímax. A excepción, de una de la semilla que es fácil adivinar su resolución. Pero se lo perdono, porque hay un cuarto acto inesperado que cierra la película de la única forma en la que podía finalizar.
Para terminar, si tuviera que dar un tirón de orejas a Ashcroft seria por los personajes secundarios, parecen muebles a las necesidades del guion. Además, en el tercer acto, la residencia se siente vacía sin motivo aparente. En general, vale la pena darle una oportunidad a esta película. Y hacedme caso:
¡Más vale seguir las reglas de Jenny Pen!

Lo mejor: El cuidado que se ha puesto para construir la historia y que no hay escenas visualmente surrealistas, típico de los filmes psicológicos (y podía haberlas: tercera edad y pastillas)
Lo peor: No es para todos, se toma su tiempo.
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