EL SEGUNDO ACTO de Quentin Dupieux: sobre la pared, la charla y el metacine.
- Vic Mc Gil
- 29 nov 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 7 dic 2024

Quentin Dupieux es querido por el Festival de Sitges y también por parte del público. Recibió el premio 'La Máquina del Temps' en 2022, y sus seguidores, al menos quien escribe, señalan en el programa del certamen cómo innegociable el ir a ver una de sus proyecciones.
Tras un año de sequía de la obra del director galo —ni Yannick (2023) ni Daaaaaalí! (2023) fueron proyectadas en la anterior edición—, este año era el turno de El Segundo Acto (2024). Ya os digo que no puedo ser neutral con este director; por alguna razón, vuelvo a romper la cuarta pared. Es posible que algunas cosas en su cine no estén bien, pero a mí me cautivan esas ideas alocadas mezcladas con realidad y humor absurdo.
La película puede resumirse en cuatro actores que son dirigidos y guionizados por una inteligencia artificial. Los elementos donde se desarrolla la acción son simples: por un lado, una carretera que sirve para realizar cuatro planos continuos —dos para la presentación y dos para la conclusión de los personajes— y, por otro lado, un restaurante donde transcurre el segundo y tercer acto. Con estas piezas, Dupieux realiza una crítica al mundo actual del cine desde todas las direcciones mediante un ejercicio puramente metacinematográfico.
¿Pero qué es lo que tiene de especial el film? Para mí, el uso de la cuarta pared y una narrativa caótica pero controlada. El director francés rompe la cuarta pared para hacer consciente al espectador de la existencia de un guion. En el primer plano continuo de presentación, los personajes de Guillaume (Vincent Lindon) y Willy (Raphaël Quenard) van hablando por una carretera hasta que se detienen para hacernos saber que lo que están diciendo no está en el guion y podrían ser censurados. A partir de este momento, se desata el caos narrativo y cualquiera de los cuatro personajes puede salir o entrar de las líneas del supuesto guion, mezclando realidad y ficción. Dupieux no se queda ahí; como si de una matrioska se tratara, al avanzar la historia se desvelan nuevas capas que antes parecían realidad y ahora son ficción. Finalmente, la realidad última queda reducida a unas vías de travelling, porque todo esto ha sido cine.
Lo que he aprendido de la película: Si te hace una llamada Paul Thomas Anderson, hay que restregárselo a todo el mundo.
Lo peor: Si no te va lo meta, el humor absurdo, las charlas largas y los fractales, esta no es tu película.



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