ODDITY, una de moñecos.
- Borja del Rey
- 31 oct 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 12 nov 2024

Llegamos al Festival de Cine Fantástico de Sitges con muchas esperanzas puestas en esta película. Oddity prometía ser una de esas experiencias de terror psicológico que no dejan indiferente, y la verdad, no decepcionó.
Dani y Ted están reformando su nueva casa de la montaña, de cuyo entorno se nos explica poco o nada, cuando una noche en la que el marido se ausenta, Dani es asesinada por un enmascarado. Después de un año del suceso, Darcy sospecha algo y monta una buena función de teatro para sacar la verdad a la luz.
Vale, explicado así igual no parece muy interesante, ¡pero espera! Dani y Darcy son gemelas muy distintas, interpretadas, ambas excelentemente, por Carolyn Bracken. Darcy es ciega y médium, y tiene una tienda de curiosidades (en inglés oddity). Ted es director de un manicomio repleto de gente chunga. Y el protagonista de la función de teatro es un muñeco de madera a tamaño real que da mucho yuyu. Esto empieza a sonar mejor, ¿eh?
Hay un par de agujeros menores en el guion, de esos del estilo del humo de la primera temporada de Lost, que huelen más a recortes de postproducción que a intención inicial. Aun así, tengo que decir que Damian McCarthy dirige la película de una forma muy cuidadosa, tejiendo la trama muy despacio. Planta no demasiados sustos pero muy bien localizados, que nos hicieron saltar de la butaca un par de veces. Consigue mantener en tensión al público durante hora y media, al tiempo que va dejando entender el origen del suceso que luce como eje del guion.
La película no necesita más que tres localizaciones y unas buenas interpretaciones para ser resultona. No es perfecta, claro. Puede que más sangre no le hubiese venido mal y quizás ser más terror de lo que anuncia ser. Sin embargo, y esto es pura hipótesis, creo que muestra justo lo que quiere mostrar. Pensándolo bien, es justo la falta de terror explícito lo que la hace ser terrorífica. Lo que tengo muy claro es que ese títere sentado a la mesa con la boca abierta todavía me pone los pelos de punta.
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