PLASTIC GUNS, o cómo hacer del absurdo un arte.
- Borja del Rey
- 26 nov 2024
- 2 Min. de lectura

La Nit+Killerdel Festival de Sitges nos trajo tres largometrajes con sangre, a veces de colores poco vistos, en los que Plastic Guns destacó entre Jimmy & Stiggs y Krazy House. Quería hacer una crítica de la maratón sangrienta en conjunto, pero me parecía injusto no dar a esta película francesa la importancia que se merece.
Podría empezar con el típico aviso del tipo “¡Cuidado! Spoilers!”, pero pensándolo a fondo, tanto da. Plastic Guns no es que no tenga un buen argumento; sencillamente, no tiene importancia. Por lo tanto, da igual si os hablo de alguna escena remarcable, porque el metraje vive del absurdo de sus situaciones y diálogos con un humor muy fino y fresco. Algo que el cine francés nos está dando cada vez con más frecuencia. ¿Quién lo diría…?
La película nos presenta de una forma muy original a cuatro grupos de protagonistas conectados entre sí en distintos momentos y lugares: un asesino fugado en busca de una nueva vida, un bailarín de country confundido, un par de locas investigadoras amateur y un “poli” con moustache de vacaciones con la familia.
Plastic Guns nos arranca las primeras risas en apenas 30 segundos, mientras vemos a dos patólogos haciendo una autopsia y hablando de temas absurdos mientras abren el cadáver de turno como si fuese una cebolla. Desde este punto, el filme es un sin parar de delirios y situaciones surrealistas. Se regocija en esta premisa e hila la trama alrededor de los diálogos. Parece casi como si primero se hubiesen escrito las conversaciones y después se le hubiese pedido al guionista que pensase en una historia. Y el resultado es magnífico.
Es absolutamente recomendable ver la película en versión original para poder disfrutar de las espléndidas actuaciones del elenco principal y de muchos de los más secundarios. El director Jean-Christophe Meurisse, francés de nacimiento y con un nombre de esos muy franceses, no duda en burlarse de los suyos si es necesario. Lo deja claro en una escena muy divertida en la que la policía danesa se conecta por vía telemática con la policía francesa y nos muestra como, los primeros, se van desquiciando poco a poco al ver que no hay forma de entenderse en inglés con los galos. El simple hecho de tener a centrales de policía de distintos países haciendo una videollamada es ya surrealista.
Otro ejemplo de la práctica sencillez de la cinta es ver cómo Meurisse hace referencia a otra película francesa de uno de esos directores que no deja indiferente a nadie, Quentin Dupieux, y a su obra maestra La chaqueta de piel de ciervo. Aquí sí que no hago spoiler, y si no habéis visto la película del franchute loco (como nos gusta llamar a Dupieux en TxP), dejad todo lo que estéis haciendo y preparaos para disfrutar. La amaréis o la odiaréis, pero si entráis en el juego, no podréis salir jamás. Habla un adicto.
En fin, Plastic Guns ha sido una de esas sorpresas que te da el Festival de Cine Fantástico de Sitges, y que hace de la llegada de la siguiente edición un proceso de abstinencia cinematográfica muy duro.
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